El desierto de Tatacoa tiene una
superficie de 330km2, fue descubierto por los conquistadores españoles en 1538,
quienes le dieron su nombre (tomado del nombre de las serpientes cascabel). Al
principio fue bautizado por Jiménez de Quesada como valle de las tristezas por
la imagen desoladora del paisaje erosionado. Se trata del segundo paraje
desértico más grande de Colombia después del desierto de Guajira. Se trata de
un desierto de color pardo rojizo, más ocre en Cuzco y gris en Los Hoyos.
El paisaje de Tatacoa se encuentra
profundamente erosionado con formaciones geológicas variadas que forman
cárcavas de hasta 20m de profundidad, cañones secos de grandes dimensiones y
formas arcillosas diversas que generan paisajes laberínticos. Estas
características hacen que la vida animal y vegetal sea complicada y por ello
sólo sobreviven especies extremas, como cactus y otras especies vegetales que
responden a estas condiciones de escasa humedad a través de largas raíces de
hasta 30m dispuestas en horizontal. También se encuentran tortugas, algunas
especies de roedores, escorpiones y arañas, águilas, lagartos y serpientes, que
se esconden en la tierra en pequeñas madrigueras o nidos.
Las características geográficas y
atmosféricas singulares de este lugar, hacen que en la actualidad se haya
construido allí un observatorio astronómico que permite, gracias a la baja
contaminación lumínica y a la posición ecuatorial del entorno, contemplar miles
de constelaciones y estrellas. También se conserva la capilla de Santa Bárbara,
construcciones supervivientes de una hacienda ganadera fundada por los jesuitas
en 1748, y actualmente sede del museo Paleontológico en el que se exponen
fósiles recogidos del desierto de hasta 25 millones de años de edad.
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